Resumen de tanto. 

Perder la reputación es de las cosas más maravillosas que puede hacer un ser humano. La reputación es esa imagen que te has forjado yy te ha traido hasta donde estás, romper esa imagen eso que eres o que crees ser es un soplo de libertad que te puede llevar a casi cualueir parte.

 

Yo mandé al carajo mi reputación, la que tenía conmigo misma y con los otros.

Decidí acabar con ella de un plumazo... me costo unos cuentos en realidad, pero has sido la mejor decisión que he tomado en mi vida.

 

Desconozco el momento en el que comenzaron los síntomas. Era demasiado niña.

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Si recuerdo las noches sin dormir, las migrañas, las largas duchas con agua hirviendo que eran lo único capaz de relajar mi musculatura rígida por las mañanas, era una maldita escultura de Miguel Ángel con la piel de mármol y la terribilitá en la mirada.

 

No tener vida cabrea mucho.

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Recuerdo la fatiga, el no poder ayudar a mi madre con las bolsas de la compra como otros niños hacían. 

Recuerdo quedarme dormida en clase, el peso de la mochila, ir al instituto, por la tarde, porque por la mañana no era persona.

Recuerdo suplicar constantemente a mis padres y mi hermana que bajaran el volumen de la tele, que hablaran más bajo, el ruido para mi, era ensordecedor. 

Recuerdo no poder limpiar los fogones o las sartenes cuando se pegaban. 

Recuerdo no poder trabajar o hacerlo 4 horas y llegar a casa derruida, sin poder comer o hablar, derecha a la cama. 

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Recuerdo temer a la lluvia porque esos días el dolor aumentaba.

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Recuerdo las visitas continuas a los médicos y el futuro terrorífico que me pintaban. A ver, razón no les faltaba, pero en aquella época no entendía como podían preveer algo así sin siquiera saber que me pasaba.

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Recuerdo cuando me mandaban pastillas para la depresión, la ansiedad... y recuerdo, casi el mismo número de veces negarme a tomarlas. Recuerdo los efectos secundarios las dos veces que no.